MI HISTORIA DE SUPERACIÓN DE LA ANSIEDAD
Solo atrevesando la noche se llega a la mañana.
J.R. Tolkien
LA NOCHE
Cuando tenía 37 años empecé a tener miedos, tenía miedo a estar sola en casa, miedo a salir de casa, a ir al cine, a ir en coche, en tren, incluso tenía miedo a que se me parara la respiración. Dormía con la luz encendida y de vez en cuando miraba a ver si todavía respiraba, si todavía estaba viva. También tenía muchos dolores musculares, casi no podía moverme, me dolía todo el cuerpo incluso la raíz del cabello, era como si estuvieran tirando de él noche y día.
EL CAMINO
El médico me recetó ansiolíticos pero no fueron suficientes para calmarme, así que pasados unos días volví a su consulta y me subió la dosis pero tampoco fue suficiente. Continuaba inquieta, sin poder concentrarme, tenía taquicardias y sentía como si me faltara al aire. La tercera vez que fui al médico me dijo que ya no quería subirme más la dosis porqué me podia perjudicar y me aconsejó que fuera a terapia.
El mismo médico me facilitó una tarjeta de un centro de psicoanálisis y allí, durante cinco años, abrí mi caja de pandora y conecté con mis traumas infantiles, con mi dolor, con cosas que daba por superadas pero que sólo estaban olvidadas. En realidad, esto es lo que hacemos para sobrevivir y tirar adelante, apartar y olvidar lo que nos duele, pero hasta que no cerremos nuestras heridas estas siempre van a volver de una forma u otra para que las sanemos.
Un día le comenté a la psicoanalista que me sentía abierta en canal, como en carne viva y le pregunté qué podíamos hacer para cerrar las heridas y ella me dijo que para poder cerrarlas tenía que buscar yo misma los recursos.
Dejé el psicoanálisis. No sabía dónde ir ni qué hacer. Me apunté a un curso de pensamiento positivo, me formé en PNL, empecé a hacer yoga y meditación, siempre que podía me ponía música Zen y me repetía mantras «todo está bien», «no pasa nada» pero eso era sólo un alivio temporal, después, volvía la ansiedad. Tuve varios ataques de pánico, de esos que te llevan al hospital. La primera vez pensaba que me moría, ya me despedía del mundo con la taquicardia, el ahogo, las manos adormecidas. Llegué a pensar que con mayor o menor intensidad siempre tendría que vivir con ansiedad pero no fue cierto porque yo hace más de 20 años que no tengo ansiedad ni tomo ansiolíticos, concretamente desde el año 2000.
Una de mis características es buscar siempre la salida a las dificultades. Una amiga me recomendó un terapeuta y yo a pesar de que tenía mis reticencias porque ya había probado muchas cosas, me decidí a llamarle y fui a su consulta.
Ese fue el inicio de mi nueva vida.
LA MAÑANA
Sergi, un terapeuta Gestalt, me ayudó a cerrar mis asuntos pendientes, me enseño también a vivir el momento presente y ,especialmente, me ayudó a ser coherente conmigo misma. Que lo que sentía, pensaba y hacía estuviera alineado. Cuando no es así, en el sistema nervioso se crea un estrés muy importante.
En esa consulta descubrí también mi vocación de ayudar a los demás. Ayudar siempre lo había hecho, pero nunca me lo había planteado como una profesión. Así que hice los 3 años de formación Gestalt y posteriormente 4 años de formación del método Feldenkrais que además de liberarme de los dolores musculares y proporcionarme más agilidad me dio un profundo conocimiento del sistema nervioso.
Una vez superada la ansiedad, un buen día del año 2010 abrí mi consulta para poder ayudar, ayudarte con mi formación profesional y mi experiencia vital a que, tal como yo he podido hacer, tu también puedas vivir sin ansiedad.
Como ves, la ansiedad, aunque cuando la sufres no lo puedes ver, puede llegar a ser un importante aprendizaje como fue en mi caso.
Tolkien dijo «solo atravesando la noche se llega a la mañana».